Diario de un Percebe (soso): Mis Memorias «Las cuatro posibilidades al discutir, civilizadamente, con una mujer»

A lo largo de mi vida, tropezando varias veces con la misma piedra, como no podía ser menos; al final, he llegado a la conclusión que, si discutes con una mujer, por supuesto, civilizadamente hay, solamente, cuatro posibles resultados.

1. La primera opción y que gana a las otras tres por mayoría aplastante, aún estando la razón de mi parte, es que ella se lleve el gato, osea yo, al agua. El código fuente de las comunicaciones y las redes sociales, está en el ADN de las mujeres desde el origen de su existencia; por lo que, pretender superarlas con mis dos neuronas sociales, es una fantasía de otro mundo.
2. La segunda es que yo sea muy bueno, en un tema determinado, alguno puede surgir; y ella, vea que mis argumentos la van cercando. Aquí, su estrategia y hasta la que parece; que, por supuesto, no lo es; más tonta o mosquita muerta, hace uso de su gen doble X. Me va dejando arrinconarla hasta que; como en el ajedrez, teniendo más piezas que el adversario, acabas en tablas, por ahogar a su rey; así que mis apabullantes argumentos la sirven para aislarse y empatar el debate sin despeinarse siquiera. Esta piedra la he tropezado tantas veces que ya lleva grabado mi nombre y todavía, de vez en cuando, la sigo visitando.
3. La tercera posibilidad, tan remota como que me toque la lotería y la primitiva el mismo día, es que gane yo la contienda, cosa que alguna, casi única, vez ha pasado. y, a día de hoy, no me atrevo a retomar el tema sabedor que ni empatar podría. En estos raros casos hay que tener mano izquierda tanto en la siniestra como en la diestra, su susceptibilidad, la de ellas al perder, corta como una navaja barbera recién afilada. Así que ganar para acabar con la cabeza cortada es de suicidas; aquí sí, a la quinta o sexta decapitación, aprendí la lección.
4. La cuarta opción, me gustó la primera vez, una segunda ocasión repetí, pero a la tercera, afortunadamente, desistí. Sí, lo peor que te puede ocurrir al discutir, civilizadamente, con una mujer es que, en un momento de lucidez, te vengas arriba y seas capaz de dejarla sin palabras. No es propiamente una victoria, más bien un empate en campo contrario, que acabará como El Rosario de la Aurora después de Una Noche Toledana. Si algo no soportan las mujeres, ya no es tener la última palabra, sino quedarse sin ellas. Porque cuando se recuperan, cualquier armisticio pactado en otros temas, queda roto y vuelves a tener que sufrir, derrota tras derrota, hasta en las cosas más intrascendentes.

Lo mejor al discutir, civilizadamente, con una mujer es llegar a un acuerdo sin importar en que lado esté la dichosa razón. Hablando se entiende la gente y, tomando café, más amigablemente.